El
sí de las niñas es una pieza
dramática escrita por Leandro Fernández de Moratín en 1801 y que fue estrenada
en 1806 con gran éxito en el Teatro de la Cruz, de Madrid. Se trata de una obra
que pertenece al Neoclasicismo, contextualizada en el periodo de la Ilustración,
donde la razón triunfará frente al saber basado en la autoridad.
El
tema sobre el que versa la obra no es otro sino la crítica a los matrimonios
desiguales, a conveniencia de terceros, y a la imposibilidad que tenía la
mujer, dada su educación y su falta de libertad para elegir marido. Moratín,
por su carácter abierto e ilustrado, realiza una censura de esta represiva educación,
planteando como alternativa una enseñanza en la que la voluntad de los jóvenes
no fuese quebrantada.
El sí de las niñas pertenece al
subgénero de la comedia y se halla escrita en prosa. Un rasgo neoclásico que
predomina a lo largo de toda la obra es su carácter didáctico; otro, el hecho
de que el autor respete las tres unidades del teatro clásico para alcanzar la anhelada
verosimilitud. Estas tres unidades son las de acción (una única acción desarrollada
en torno al matrimonio planeado), de
lugar (el interior de una posada de Alcalá de Henares) y de tiempo (entre las
siete de la tarde y las cinco de la mañana, es decir, en menos de veinticuatro
horas).
Por
otro, es doña Irene el paradigma del despotismo, la viva manifestación hipócrita
de la intransigencia, al abusar de su autoridad en aras de consolidar su
bienestar, pese a sus exagerados y ridículos intentos por camuflarlo a través
del amor y la falsa preocupación maternal. Finalmente, es don Diego el
personaje mejor caracterizado y más favorecido, mostrando su carácter de hombre
ilustrado: razonable, tolerante, comprensivo, prudente y moderado. Sin su
generosidad, que le empuja a declinar un sugerente y atractivo matrimonio para
él, la obra hubiese tenido un final bien distinto. Triunfa pues la razón, este
es el mensaje. La enseñanza sobre la educación en libertad es lo que Moratín
defiende, tras contrastar ideológicamente a los personajes.
En
clara consonancia con el estilo neoclásico, el de Moratín se impregna de sencillez y didactismo y emplea un lenguaje
cuidado y transparente. Los diálogos fluyen sin entretenerse en exceso y los
monólogos son escasos. En definitiva, tanto por estilo como por la forma en la que
se tratan los temas, la comedia es una muestra de la mesura, el equilibrio y el
raciocinio que predicaban los ilustrados.
Víctor Velasco Regidor
Profesor de Lengua Castellana y Literatura