
El drama pertenece al Romanticismo, movimiento que en España tuvo un desarrollo tardío y breve, debido al retraso de nuestro país y al absolutismo de Fernando VII, que aplazó su inicio hasta su muerte en 1833 coincidiendo con el regreso de los liberales exiliados. Es el momento de la libertad creadora y la ausencia de reglas, observable en esta obra, en la que el autor dinamita la regla neoclásica de las tres unidades, con diversidad de acciones que se desarrollan en siete actos que acontecen en múltiples y variados espacios. En lo que al tiempo se refiere, lo más decisivo es el plazo que Dios ha dado a don Juan para arrepentirse y salvar su alma y la de doña Inés, que se juega su vida eterna por amor. Además, llama la atención la polimetría empleada en los versos, así como el dinamismo del diálogo y, sobre todo, la fuerte personalidad del héroe romántico, marcado por un sino trágico, empleada armoniosamente en aras del deleite del público. Todo ello envuelto en un ambiente cargado de misterio y de apariciones del más allá.
Zorrilla, que se dio a conocer en el entierro de Larra, compuso una obra en verso diferenciada de los gustos de la época. Podemos considerarlo el creador del drama romántico nacional, alejado de las marcadas directrices del modelo de Víctor Hugo, emblema romántico francés. El dramaturgo vallisoletano se basa en modelos clásicos como Lope o Tirso y, por ello, Don Juan Tenorio representa el alejamiento de los esquemas románticos imperantes, con un estilo elegantemente contenido y, en ocasiones, sereno. Asimismo, destaca el carácter conservador y religioso que Zorrilla poseía y del que la propia obra dramática se halla impregnado, contrastando con los románticos progresistas como Espronceda.
Don Juan Tenorio es una obra romántica tardía en la que destaca el héroe misterioso, movido por una pasión fatal, y la heroína, dulce e inocente. Ambos están marcados por un destino extraño, misterioso y singular. Destaca la habilidad con la que el autor nos muestra la gran antítesis: don Juan comparado con el diablo y doña Inés con la Virgen, junto al dualismo del protagonista y los antagonistas. La temática se centra en el amor, mostrado como pasional e interesado, ligado únicamente a un mero disfrute sexual, que Zorrilla critica con un alto poso de religiosidad y conservadurismo. La obra recoge al personaje romántico, la encarnación del individuo rebelde libre no sometido a autoridad ni regla alguna. El mito aquí se distingue de otros en el amor real que al final siente hacia doña Inés y la conversión y salvación del alma pecadora, gracias a la intervención divina de “ese ángel de amor”, que tan bien emplea Zorrilla para liberar del trágico destino a don Juan. Es la conversión y la inmediata salvación eterna que se alcanza a través del amor misericordioso divino lo que Zorrilla nos transmite como mensaje moralizante, la metamorfosis que, desde el plano moral y psicológico, experimenta el personaje.
Víctor Velasco Regidor
Profesor de Lengua Castellana y Literatura