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La novela realista y naturalista del siglo XIX


El Realismo es un movimiento literario que surge en España en la segunda mitad del siglo XIX. De origen francés, llega a España en 1868, tras la revolución de La Gloriosa, que derroca a la hija de Fernando VII, Isabel II. Es el momento en el que la burguesía alcanza las más altas cotas de poder. Tras el breve paréntesis republicano, con la Restauración monárquica, surge el sistema turnista entre liberales y conservadores en el Gobierno, que profundiza aún más los problemas económicos y sociales de España, ya que la industria era todavía escasa y en el campo el caciquismo controlaba la escena. 

La época está caracterizada por el surgimiento de los movimientos obreros revolucionarios, inspirados en el socialismo, el anarquismo y el marxismo; la creación por parte de los proletarios de los sindicatos de clase y partidos de izquierdas (PSOE, 1879); y el desarrollo del pensamiento positivista, que defiende que el saber se basa en la experiencia y en los hechos comprobables mediante una rigurosa observación, destacando en el campo científico la teoría evolucionista de Darwin.

Esta estética se caracteriza por la reproducción transparente y sincera de la realidad, sin necesidad de adornos; por lo que se parte de la observación detallada, apoyándose con testigos las descripciones. El yo romántico da paso a la descripción de la cotidiana realidad, destacando la gran profundidad del retrato de los personajes, gracias a la riqueza expresiva del lenguaje empleado en la novela, el género literario más cultivado.

La temática se basa en la realidad presentada de manera detallada, precisa y objetiva, centrada en la sociedad española (Los Episodios Nacionales, de Galdós). Son los conflictos sociales de la época el objeto del relato, las tensiones políticas, la hipocresía social, las relaciones humanas… Otros temas habituales son el hombre como sujeto de un orden social (Miau, de Galdós) y los factores ambientales y hereditarios como elementos determinantes en la personalidad y la esencia del individuo, asunto característico del Naturalismo.

Los personajes ya no son héroes, son individuos extraídos de la sociedad. Un lugar muy especial lo ocupará la mujer (La Regenta, de Clarín). La narración es lineal con un perfecto orden cronológico y el narrador suele ser omnisciente. El canal de difusión de estas novelas fue el periódico y muchas se publicaron por entregas en los diarios, dando lugar a la novela folletín. La novela realista elimina el subjetivismo del Romanticismo, frena la imaginación, rechaza lo fantástico, modera el sentimentalismo y se interesa por lo regional o local.

En lo que a la técnica atañe, el ideal de objetividad hace que el novelista adopte una actitud de cronista en las narraciones. El estilo se caracteriza por la precisión de las descripciones de ambientes y tipos, así como por la agilidad de los diálogos, donde observamos  el reflejo del habla popular.

Destaca el Naturalismo por ser un movimiento literario que surge del Realismo, siendo más preciso, científico y exhaustivo en la descripción de la realidad. Para ello, sitúa a un individuo desgraciado con unos factores determinantes como el tiempo histórico, la herencia biológica y la condición social y le deja actuar, observando si es capaz de transformar la realidad o, por el contrario, es absorbido por ésta. Su gran impulsor fue Émilie Zola. En España surge en 1880 con La desheredada, de Galdós. La novela naturalista parte de una tesis, desarrollando así los argumentos que expondrá a lo largo de la narración. Zola tomó tres bases: el materialismo (se niega la parte espiritual), el determinismo (el comportamiento humano está marcado por las circunstancias sociales que le rodean) y el método experimental, mediante el que se revelan los actos y reacciones del personaje.

 Benito Pérez Galdós, máximo representante de la novela realista y académico de la RAE, se definió como progresista y anticlerical en su juventud y, en su madurez, republicano, próximo al socialismo. Entre sus obras más conocidas, destacan Los Episodios Nacionales, una colección de 46 novelas en las que se narra la historia de España en el siglo XIX; Doña Perfecta y Marianela  como novelas de tesis de su primera época en las que defiende sus posturas progresistas a través del enfrentamiento entre personajes conservadores y tipos de ideas avanzadas; Fortunata y Jacinta, Tormento y Miau, novelas contemporáneas de su etapa de madurez literaria en las que refleja con el más puro estilo realista la sociedad y los ambientes tanto burgueses como populares de Madrid; y Misericordia, novela con orientación espiritualista. En las novelas galdosianas es frecuente hallar la crítica social permanente, situándose en la diana clérigos, nobles y ociosos. La clase social en la que se centra su obra es la burguesía.

Leopoldo Alas Clarín también se mostró como un hombre abierto y republicano, defensor de la justicia y la verdad. Gozó de gran prestigio como crítico literario. Hombre de grandes inquietudes espirituales, perdió la fe en una crisis juvenil y la recobró  posteriormente, aunque al margen de la ortodoxia. Su obra incluye varios géneros: la crítica literaria, las narraciones breves como ¡Adiós, cordera! y Pipá y su novela cumbre, La Regenta, retrato moral y social de la España de la época, donde se denuncia el poder de la Iglesia y los viejos convencionalismos sociales. En ella se realiza una disección física y moral de Vetusta (Oviedo) como prototipo de una sociedad española encerrada en un tradicionalismo arcaico y coactivo. Empleó la técnica naturalista, pero no pintó como Zola ambientes sórdidos (la acción transcurre en medios burgueses) y el pesimismo aparece templado por rasgos inconfundibles de ternura e ironía. La obra se centra en el conflicto de Ana Ozores y  una sociedad convencional, tradicionalista e hipócrita.

Otros autores que destacan son José Mª Pereda (Peñas arriba); Fernán Caballero (La Gaviota); Pedro Antonio de Alarcón (El sombrero de tres picos); y Juan Valera, con una novela en la que predominan los sentimientos y conflictos amorosos y el análisis psicológico especialmente de mujeres como Pepita Jiménez.


De los últimos escritores realistas, hay que mencionar a Emilia Pardo Bazán, que ahonda en problemas y situaciones difíciles, con una audacia inédita hasta entonces, alcanza su cumbre en novelas naturalistas como Los pazos de Ulloa; y Blasco Ibáñez, de ideas republicanas radicales por las que sufrió arrestos y destierros (Cañas y barro).

Víctor Velasco Regidor
Profesor de Lengua Castellana y Literatura






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