Es el Modernismo el movimiento literario que surge en España en los últimos años del siglo XIX, procedente de Francia y basado en el Parnasianismo y el Simbolismo, escuelas artísticas que defendían la belleza formal, así como el idealismo poético. Surge en Hispanoamérica en la década de 1880 con Rubén Darío como máximo exponente. En esta época se desarrolla una creciente agitación política y social y el proceso industrial trae consigo movimientos migratorios, ocasionando el auge de los movimientos obreros.
Nos hallamos ante un momento crítico y convulso en la España de la Restauración, en el que destaca la creación de la Institución Libre de Enseñanza por Giner de los Ríos, catedrático que, junto con otros, fue expulsado de la Universidad por defender la libertad de cátedra y situar el laicismo como principio pedagógico, armonizado con la personalidad del individuo, científica y práctica.

El género poético es el favorito para los modernistas, atraviesa dos etapas: el modernismo canónico, representado por Rubén Darío, escritor nicaragüense, del que destacan Azul y Prosas profanas. Y la etapa postmodernista, en la que es el gran poeta Antonio Machado el protagonista, al emplear un tono intimista y una mirada introspectiva para poder conversar consigo mismo. Lo podemos observar en Soledades, donde el simbolismo del lenguaje sorprende al lector. No hay que olvidarse de Valle-Inclán (El viajero), Manuel Machado (Alma) y Juan Ramón Jiménez, en su época sensitiva y simbolista (Platero y yo).
Los escritores de la Generación del 98 emanan de la decadencia del país en todos los ámbitos y que da lugar al análisis del problema de España. Algunos intelectuales surgidos del Modernismo se agrupan en este movimiento literario que comenzó en 1898, debido al denominado desastre del 98, toda una gran crisis política y económica, la problemática suscitada con el turnismo y las irrespirables corruptelas, así como la pérdida de las últimas colonias de ultramar. El grupo de escritores que conforma el movimiento se siente especialmente preocupado por los problemas de España, desde cualquier ámbito, y comprometido con la renovación política, social y cultural.
La denominación de Generación del 98 la estableció Azorín en unos artículos publicados en el diario ABC. Sus influencias van desde la filosofía irracionalista hasta los intelectuales regeneracionistas como Joaquín Costa, con su obra Oligarquía y caciquismo, donde censuró el régimen de la Restauración y propugnó desterrar la ignorancia y el analfabetismo. El movimiento atraviesa tres etapas: una primera, de juventud, caracterizada por la lucha y la crítica revolucionaria ante la disconformidad con la situación del país; una segunda etapa, representada por el llamado grupo de los tres (Azorín, Maeztu y Baroja), que firman un manifiesto moderado, sugiriendo la realización de una serie de cambios; y una última etapa, caracterizada por la madurez y la preocupación religiosa (el alma, la inmortalidad, la existencia y la pérdida de la fe) y la inquietud por España.
La novela del 98 destaca por la profundidad de los personajes, la innovación temática y la escasez argumental. Los autores se preocupan por los temas sociales, humanos e históricos de España. Destaca Miguel de Unamuno, gran ensayista y novelista, que reflexiona sobre el sentido de la vida, mostrándonos el conflicto entre la razón y la fe y trasladando a sus personajes sus angustias e inquietudes (Niebla, San Manuel Bueno, mártir y Del sentimiento trágico de la vida); Azorín, con temas que aluden a la evasión hacia el pasado; Baroja, que resalta por su descripción breve y el diálogo (Zalacaín el aventurero); Machado (Juan de Mairena); y Maeztu (Defensa de la hispanidad).
Sus temas principales son: el paisaje (Castilla, de Azorín); el sentido de la vida y el paso del tiempo (El árbol de la ciencia, de Baroja); el interés por la literatura medieval y clásica (Clásicos y modernos, de Azorín); y lo que Unamuno denominó la intrahistoria, es decir, la de los acontecimientos cotidianos, la historia del pueblo (Vida de don Quijote y Sancho) o el conflicto entre la razón y la fe (Amor y pedagogía).
Los noventayochistas emplean una técnica en la que predomina el fondo temático sobre la forma, se ciñen a la realidad y abandonan la musicalidad y el lenguaje sensual modernista para emplear un estilo accesible a cualquier público. Asimismo, se empeñan en definir la literatura y ajustar su fin a los géneros. Sus rasgos literarios son la sencillez y la naturalidad en las descripciones, la gran atracción por España y por los paisajes castellanos.
Mención especial merece Antonio Machado, que aporta dos grandes líneas estéticas, reflejo de los modos de concebir la literatura: la modernista y la noventayochista. Observamos el predominio temático del intimismo, la melancolía, Dios, el amor y la muerte en Soledades, frente a Campos de Castilla, obra en la que resalta el rechazo a la España tradicional, ensimismada e ignorante, junto a la exaltación del esfuerzo, la admiración del paisaje castellano y el afán de progreso del país. Sin embargo, no obviamos, en la descripción de los páramos sorianos, la importancia de la identificación del poeta con el paisaje, lugar de vivencias íntimas, que nos devuelve en algún momento al Machado modernista.
En cuanto al teatro, las figuras más destacadas son Jacinto Benavente (Los intereses creados), Valle-Inclán, con su etapa del esperpento, donde mezcla lo burlesco y lo trágico (Luces de Bohemia y Martes de Carnaval), así como Unamuno, con sus preocupaciones filosóficas y por los personajes (Fedra).