Tres
sombreros de copa es la mejor obra de Miguel Mihura por su
humor y originalidad, estrenada con gran éxito de público en 1952, veinte años
más tarde de su composición, tras la Guerra Civil. Pertenece a un género
teatral poco frecuente en España, el teatro del absurdo y destaca por su
originalidad y su amargo y ácido humor que, unido a la ironía y la sátira,
sirven a Mihura para denunciar la falta de libertad del individuo, la
hipocresía y los convencionalismos sociales que impiden la felicidad.
Nos
encontramos ante una de las piezas más representativas del teatro cómico de
posguerra, que busca renovar la risa, provocándola mediante absurdas y
rocambolescas situaciones. Mihura fusiona la tradición con el humor y la
espiritualidad iconoclasta de las vanguardias en aras de ridiculizar la
mediocridad burguesa y la miseria del teatro de variedades.
El género dramático de la posguerra se halla
condicionado por los perversos efectos de la incivil Guerra, el aislamiento de
la escena europea, así como por los escasos recursos económicos disponibles,
sin olvidarnos de la censura del régimen franquista. En este desolador panorama,
el teatro cómico de Mihura discurre entre lo absurdo y lo ilógico, manteniendo
un complicadísimo equilibrio entre la libertad y las exigencias sociales.
Combate el pesimismo con humor y con cierta ternura, manifestándose en contra
de los representantes del teatro burgués. Emplea un lenguaje disparatado, a la
vez que sencillo y expresivo, respetando la clásica regla de las tres unidades
dramáticas. La comicidad en los diálogos lleva la marca del vanguardismo
de preguerra, marcado por la tendencia a lo irracional, regando de ocurrentes y
disparatados juegos de palabras los vivos diálogos.
El tema principal de la obra es la felicidad
imposible de los personajes, además del aburrimiento y la monotonía vital, la
tensión que se desencadena entre el individuo y la sociedad y el enfrentamiento
entre el mundo burgués y el del espectáculo.
En lo que concierne al simbolismo que encierran
algunos aspectos de la obra, destaca el título de la misma por ser el sombrero
parte del traje de etiqueta del mundo burgués, así como del vestuario de las
bailarinas de espectáculo. El sombrero representa la vida respetable y, al
mismo tiempo, es el símbolo de un modo de vivir libre y espontáneo. Ahí residen
los dos extremos que Mihura enfrenta a través de los personajes. De éstos,
destaca la hábil e ingeniosa caracterización a partir de los nombres y las
acotaciones, empleando a don Sacramento y a su hija Margarita para realizar una
ilustre parodia de la moral tradicional burguesa. Es Dionisio un hombre ingenuo
y triste, con una vida cargante y melancólica, que confía en ser feliz con su
futura esposa, Margarita; sin embargo, tras conocer a Paula, modifica su
sentir. Aunque su falta de valor le impide quebrar sus planes de boda. Son
Paula y Dionisio los personajes que protagonizan la única acción dispuesta en
tres actos, dos representantes de dos mundos aparentemente opuestos, ya que
realmente son dos universos sin libertad, donde los individuos fracasan y se
frustran, pese a su fingimiento.
La finalidad de la obra es sin duda la crítica a la
falsedad social mediante la hipérbole, la caricatura, lo incongruente y la
ironía. Así pues, Mihura se vale del humor para arremeter
contra los tópicos y los estereotipos de la sociedad burguesa, a través de
situaciones tan ilógicas como la presencia de las pulgas que atormentan a
Dionisio, el inadecuado uso de objetos o los contextos confusos. La
comicidad de los personajes deriva de su apariencia grotesca, su
indumentaria y sus acciones, y todo ello es inseparable de las
situaciones que protagoniza una mujer barbuda o la decisión de don Sacramento
de regalar conejos muertos.
Víctor Velasco Regidor
Profesor de Lengua y Literatura Castellana