Los rasgos formales de la nueva novela son el narrador protagonista, personaje
o testigo, con perspectiva múltiple; la ruptura de la linealidad mediante
inversión o el caos temporal; así como la preocupación por la elaboración
sintáctica, el ritmo de la prosa y el poder sugerente del lenguaje.
En el ámbito de la narrativa metafísica, destacó Borges por la
inquietud por los problemas transcendentes, con temas como la inmortalidad, el
infinito o el destino del hombre (El
Aleph). Asimismo, José Lezama Lima alcanzó gran notoriedad con la
publicación de Paradiso, donde las
preocupaciones existenciales son constantes.
En lo concerniente a la narrativa existencial, es la reflexión sobre
la condición humana lo prioritario en las novelas. El uruguayo Juan Carlos
Onetti describe con su pesimista visión unas vidas llenas de amargura, observables
en El astillero y Juntacadáveres. Ernesto Sábato destaca
por El túnel, donde nos narra una
historia que mezcla el amor y la locura, en la que se manifiesta la
incomunicación y la angustia vital; y Sobre
héroes y tumbas, con la frustración y la hipocresía social como ejes
temáticos.
La narrativa social hereda de la novela indigenista la denuncia de los
conflictos raciales en Hispanoamérica. Es Miguel Ángel Asturias quien mejor
representa esta tendencia en El señor
Presidente, donde, a través de la figura del dictador, mezcla lo absurdo
con lo grotesco en una atmósfera de pesadilla.
Surge en este momento el realismo mágico, que constituye una
representación compleja del mundo, admitiendo al mismo nivel lo racional, lo
mágico y lo fantástico y queriendo reflejar la identidad de América. Frente al
realismo tradicional, se produce una ruptura que se manifiesta en la mezcla de
lo extraordinario con lo normal, manteniendo un tono verosímil. El cubano Alejo
Carpentier publica El reino de este mundo,
en cuyo prólogo explica su teoría de “lo real maravilloso”, donde afirma que el
escritor no tiene necesidad de crear mundos mágicos ya que la propia realidad
americana es mágica, maravillosa y repleta de excesos y contrastes. Otras de
sus obras son El siglo de las luces y Los pasos perdidos.
En Julio Cortázar lo fantástico adquiere una ambientación más
cosmopolita y más alejada de América que en otros autores. Su obra se
caracteriza por su radical experimentalismo formal y por su análisis del hombre
contemporáneo. Su principal novela, Rayuela,
es un referente de la literatura hispanoamericana, con una estructura en
secuencias sueltas que permite varias interpretaciones, mediante una lectura
lineal o salteando capítulos. En ella observamos cómo el ser humano no halla
respuestas para su angustia vital y la sensación de soledad.
Augusto Roa Bastos es el autor de Yo
el supremo, que relata la historia del dictador de Paraguay. Y Juan Rulfo
destaca por Pedro Páramo, obra que
representa la cumbre de la llamada novela de la Revolución mejicana. Lo más
llamativo reside en los juegos espacio-temporales constantes en el relato del
viaje de un hombre al pueblo de su padre, cuya historia reconstruirá con vivos
y muertos.
La definitiva renovación se produce a partir
de los años sesenta con el “boom de la novela hispanoamericana”. Surgió unido a
la presencia en Europa de muchos escritores hispanoamericanos y al apoyo de
las editoriales españolas. Los autores
más significativos de este fenómeno narrativo son García Márquez, Vargas Llosa
y Carlos Fuentes.
El colombiano Gabriel García Márquez es de los
más famosos escritores, por la emblemática obra Cien años de soledad, novela que narra la historia de siete
generaciones de la familia Buendía en
el imaginario Macondo. Allí simboliza, mediante una capacidad narrativa
desbordante, la conflictiva realidad del continente y del ser humano en
general. Otras de sus obras más representativas son Crónica de una muerte anunciada, El amor en los tiempos del cólera y Memorias de mis putas tristes.
El escritor peruano Mario Vargas Llosa es otra
de las grandes figuras por su incansable indagación en las técnicas y por la
complejidad de los mundos novelescos. Su primera obra, La ciudad y los perros, encabezó el boom y expresó, a través de la denuncia del machismo y la
violencia en un colegio militar de Lima, una gran crítica a la sociedad
peruana. Otras novelas interesantes son La
casa verde, Pantaleón y las visitadoras y La fiesta del chivo.
Obras de autores contemporáneos que destacan son Tierra pródiga, de Agustín Yánez; El beso de la mujer araña, de Manuel Puig; La mujer imaginaria, de Jorge Edwards; La casa de los espíritus, de Isabel Allende; El cartero de Neruda, de Antonio Skármeta; Como agua para chocolate, Laura Esquivel; La
oveja negra y demás fábulas, de Augusto Monterroso; y El amor, las mujeres y la vida, de Mario Benedetti.
Junto a la novela, el cuento ha sido un subgénero ampliamente cultivado en Hispanoamérica. De los años cuarenta y cincuenta, destaca Borges (Ficciones y El libro de arena); Juan Rulfo, autor de quince cuentos recogidos en El llano en llamas, en los que retrata la dureza de la vida rural mexicana y su pobreza física y moral); Alejo Carpentier (Guerra en el tiempo); y Onetti (Tiempo de abrazar, Tan triste como ella y otros cuentos).
Respecto a los años sesenta, hemos de señalar que los cuentos de los
autores del boom han pasado en
algunos casos inadvertidos debido a la importancia de sus novelas. Dignos de
mención son: Julio Cortázar (Bestiario
y Las armas secretas);
Mario Benedetti (Montevideo y La muerte y otras sorpresas); Augusto Monterroso (La oveja negra
y demás fábulas); García Márquez (Relato
de un náufrago y Doce cuentos
peregrinos); y Vargas Llosa (Los
jefes y Los cachorros).