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Novela y cuento hispanoamericano de la IIª mitad del siglo XX

Tras el estancamiento de la novela en las primeras décadas del siglo XX, en los años 40 y 50 se experimentan nuevas formas de narrar en Hispanoamérica. Este cambio coincide con una época de grandes transformaciones sociales en el continente, con un espectacular crecimiento de las grandes ciudades y una realidad cada vez más lejana del mundo rural poscolonial del siglo XIX. En cuanto al contenido, conviven diversas tendencias: los relatos de índole metafísica de Borges y Lezama Lima, la narrativa de corte existencial de Onetti y Sábato y el realismo mágico de García Márquez, Miguel Ángel Asturias y Alejo Carpentier.

Los rasgos formales de la nueva novela son el narrador protagonista, personaje o testigo, con perspectiva múltiple; la ruptura de la linealidad mediante inversión o el caos temporal; así como la preocupación por la elaboración sintáctica, el ritmo de la prosa y el poder sugerente del lenguaje.

En el ámbito de la narrativa metafísica, destacó Borges por la inquietud por los problemas transcendentes, con temas como la inmortalidad, el infinito o el destino del hombre (El Aleph). Asimismo, José Lezama Lima alcanzó gran notoriedad con la publicación de Paradiso, donde las preocupaciones existenciales son constantes.

En lo concerniente a la narrativa existencial, es la reflexión sobre la condición humana lo prioritario en las novelas. El uruguayo Juan Carlos Onetti describe con su pesimista visión unas vidas llenas de amargura, observables en El astillero y Juntacadáveres. Ernesto Sábato destaca por El túnel, donde nos narra una historia que mezcla el amor y la locura, en la que se manifiesta la incomunicación y la angustia vital; y Sobre héroes y tumbas, con la frustración y la hipocresía social como ejes temáticos.

La narrativa social hereda de la novela indigenista la denuncia de los conflictos raciales en Hispanoamérica. Es Miguel Ángel Asturias quien mejor representa esta tendencia en El señor Presidente, donde, a través de la figura del dictador, mezcla lo absurdo con lo grotesco en una atmósfera de pesadilla.

Surge en este momento el realismo mágico, que constituye una representación compleja del mundo, admitiendo al mismo nivel lo racional, lo mágico y lo fantástico y queriendo reflejar la identidad de América. Frente al realismo tradicional, se produce una ruptura que se manifiesta en la mezcla de lo extraordinario con lo normal, manteniendo un tono verosímil. El cubano Alejo Carpentier publica El reino de este mundo, en cuyo prólogo explica su teoría de “lo real maravilloso”, donde afirma que el escritor no tiene necesidad de crear mundos mágicos ya que la propia realidad americana es mágica, maravillosa y repleta de excesos y contrastes. Otras de sus obras son El siglo de las luces y Los pasos perdidos.

En Julio Cortázar lo fantástico adquiere una ambientación más cosmopolita y más alejada de América que en otros autores. Su obra se caracteriza por su radical experimentalismo formal y por su análisis del hombre contemporáneo. Su principal novela, Rayuela, es un referente de la literatura hispanoamericana, con una estructura en secuencias sueltas que permite varias interpretaciones, mediante una lectura lineal o salteando capítulos. En ella observamos cómo el ser humano no halla respuestas para su angustia vital y la sensación de soledad.

Augusto Roa Bastos es el autor de Yo el supremo, que relata la historia del dictador de Paraguay. Y Juan Rulfo destaca por Pedro Páramo, obra que representa la cumbre de la llamada novela de la Revolución mejicana. Lo más llamativo reside en los juegos espacio-temporales constantes en el relato del viaje de un hombre al pueblo de su padre, cuya historia reconstruirá con vivos y muertos.

La definitiva renovación se produce a partir de los años sesenta con el “boom de la novela hispanoamericana”. Surgió unido a la presencia en Europa de muchos escritores hispanoamericanos y al apoyo de las  editoriales españolas. Los autores más significativos de este fenómeno narrativo son García Márquez, Vargas Llosa y Carlos Fuentes.

El colombiano Gabriel García Márquez es de los más famosos escritores, por la emblemática obra Cien años de soledad, novela que narra la historia de siete generaciones de la familia Buendía en el imaginario Macondo. Allí simboliza, mediante una capacidad narrativa desbordante, la conflictiva realidad del continente y del ser humano en general. Otras de sus obras más representativas son Crónica de una muerte anunciada, El amor en los tiempos del cólera y Memorias de mis putas tristes.

El escritor peruano Mario Vargas Llosa es otra de las grandes figuras por su incansable indagación en las técnicas y por la complejidad de los mundos novelescos. Su primera obra, La ciudad y los perros, encabezó el boom y expresó, a través de la denuncia del machismo y la violencia en un colegio militar de Lima, una gran crítica a la sociedad peruana. Otras novelas interesantes son La casa verde, Pantaleón y las visitadoras y La fiesta del chivo.

La obra del mejicano Carlos Fuentes se caracteriza por la innovación narrativa y el análisis de la problemática social y política de su país. Su novela fundamental es La muerte de Artemio Cruz, que presenta múltiples saltos espacio-temporales y una estructura con tres perspectivas narrativas, en aras de ofrecer una visión crítica de la revolución mejicana a través de un político corrupto agonizante.

Obras de autores contemporáneos que destacan son Tierra pródiga, de Agustín Yánez; El beso de la mujer araña, de Manuel Puig; La mujer imaginaria, de Jorge Edwards; La casa de los espíritus, de Isabel Allende; El cartero de Neruda, de Antonio Skármeta; Como agua para chocolate, Laura Esquivel; La oveja negra y demás fábulas, de Augusto Monterroso;  y El amor, las mujeres y la vida, de Mario Benedetti.


Junto a la novela, el cuento ha sido un subgénero ampliamente cultivado en Hispanoamérica. De los años cuarenta y cincuenta, destaca Borges (Ficciones y El libro de arena); Juan Rulfo, autor de quince cuentos recogidos en El llano en llamas, en los que retrata la dureza de la vida rural mexicana y su pobreza física y moral); Alejo Carpentier (Guerra en el tiempo); y Onetti (Tiempo de abrazar, Tan triste como ella y otros cuentos).

Respecto a los años sesenta, hemos de señalar que los cuentos de los autores del boom han pasado en algunos casos inadvertidos debido a la importancia de sus novelas. Dignos de mención son: Julio Cortázar (Bestiario y Las armas secretas); Mario Benedetti (Montevideo y La muerte y otras sorpresas); Augusto Monterroso (La oveja negra y demás fábulas); García Márquez (Relato de un náufrago y Doce cuentos peregrinos); y Vargas Llosa (Los jefes y Los cachorros).









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