Doña
Perfecta es una de las novelas sociales más
representativas del período de juventud de la narrativa realista galdosiana.
Publicada por vez primera en la revista España en 1876, en un momento en
el que Galdós gozaba ya de un reconocido prestigio como escritor, así como de
la envidia propia del éxito. En 1896 se estrena la versión teatral que él mismo
compuso en el teatro de la Comedia, de Madrid.
Los
problemas de España son abordados en esta novela de tesis, donde los personajes
se contraponen en un choque ideológico entre retrógrados y progresistas. Así
pues, la intransigencia y el rancio dogmatismo se enfrentan a los vientos de
modernidad y avances, que el joven Pepe Rey encarna.
Galdós nos presenta sus posturas ideológicas mediante
un arduo y complejo encaje del personaje en la ficticia, aunque verosímil,
ciudad provinciana de Orbajosa, en la que mora la sectaria y fanática España
conservadora, tan detestada por el autor canario, y representada por doña
Perfecta, tan llena de imperfecciones; sin perder de vista al cínico de don
Inocencio y sus acólitos. Ese clérigo reaccionario tan cercano a los poderosos
y tan alejado del débil, tan sagaz y sarcástico como perverso.
El
empeño en casarse con Rosario, la frágil y pueril sobrina de doña Perfecta aumentará
sin remedio la hostilidad y el conflicto, resolviéndose éste trágicamente, tras
provocarlo de algún modo la madre del grotesco Jacintito, María Remedios, que,
tras permanecer en la sombra, surge con ímpetu. Todo un fracaso del avance liberal y un
triunfo más de la España aldeana y primitiva que excavaba más si cabe su
retraso histórico frente a Europa. No obviemos la relación que se da con el fracaso
de La Gloriosa, perceptible en el breve paréntesis republicano y el
retorno de la monarquía a un país que aún conservaba una institución como la
Inquisición. Llama la atención el
violento combate entre la modernidad y la eterna España del pecado, simbolizada
por Orbajosa, una ciudad con una vida estancada en la nadería, un nido de
corrupción en manos del caciquismo, personificado en doña Perfecta, símbolo de
la hipocresía y amante de las buenas costumbres y de la religiosidad.
El
tema principal sobre el que la acción se sustenta no es otro sino la
hipocresía, visible en el comportamiento y el preciso tratamiento psicológico de
los personajes, así como en sus nombres, siendo una viva muestra de la ironía
(Perfecta e Inocencio). Sobresale la mordaz antítesis entre lo que se profesa
públicamente y la realidad de unos personajes unidos mediante el nexo de la
falsedad. Salvo las Troyas, todos son hipócritas en la atmósfera de aquella
teocrática sociedad anquilosada. Incluso Rosario es víctima de la falsa
apariencia, puesto que, antes de rebelarse ante su madre, se ve forzada a
pretender sentimientos que no en realidad no experimenta.
Son
las equivocadas formas de Pepe Rey las que topan con el integrismo de la
tradición, en un adverso clima en el que penetra sin tacto ni delicadeza. Su
orgullosa ceguera le hace preso de la trampa de don Inocencio, que le conducirá
a la tragedia final. Ésta es la disposición que sigue la novela galdosiana, la
de la tragedia clásica, en la que se observa cómo Pepe Rey se halla
predestinado al fatal sino por la exquisita sinceridad que profesa en su
combate contra las viejas formas de los orbajenses, a los que hiere en su
sensibilidad con su implacable franqueza. Él mismo termina por percatarse de
que ha sucumbido en la misma sinrazón e intransigencia que tan incisivamente ha
reprobado. Es éste el momento en el que perece moralmente; tras ello, Caballuco
no hará sino ejecutar al héroe, víctima trágica de la sempiterna colisión entre
las dos Españas.
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