“Un pueblo que no ayuda y no fomenta su teatro, si no está muerto, está moribundo” , pronunció el poeta y dramaturgo de la Generación del 27, afeando el chabacano teatro que adormecía a toda una nación. Sin duda, Lorca impulsó una profunda renovación de la escena española. Consideró el de Fuente Vaqueros que el teatro es uno de los más expresivos y útiles instrumentos para la construcción de un país; de ahí la creación de La Barraca , compañía universitaria que acercó la cultura a un pueblo condenado por la pobreza y la ignorancia. En 1936, antes de ser fusilado, afirmó simbólicamente que su teatro de risa y llanto terminaría siendo un teatro de carne y hueso. La dramaturgia lorquiana gira en torno a un tema que, al igual que en su poesía, es la frustración del individuo, abarcando el mito del deseo imposible, así como el conflicto entre el deseo y la realidad y la violenta rivalidad que se da entre el principio de autoridad y el de la libertad.
“Si es bueno vivir, todavía es mejor soñar, y lo mejor de todo, despertar” (Antonio Machado).