La pedagogía de la libertad
La modernización de España
«Transformad esas antiguas
aulas; suprimid el estrado y la cátedra del maestro, barrera de hielo que aisla
y hace imposible toda intimidad con el discípulo; suprimid el banco, la grada,
el anfiteatro, símbolos perdurables de la uniformidad y del tedio. Romped esas
enormes masas de alumnos, por necesidad constreñidas a oír pasivamente una
lección o a alternar en un interrogatorio de memoria, cuando no a presenciar
desde distancias increíbles ejercicios y manipulaciones de que apenas logran
darse cuenta. Sustituid en torno del profesor a todos esos elementos clásicos
por un círculo poco numeroso de escolares activos que piensan, que hablan, que discuten,
que se mueven, que están vivos, en suma, y cuya fantasía se ennoblece con la idea
de una colaboración en la obra del maestro.
Vedlos excitados por su propia espontánea
iniciativa, por la conciencia de sí mismos, porque sienten ya que son algo en el
mundo y que no es pecado tener individualidad y ser hombres. Hacedlos medir,
pesar, descomponer, crear y disipar la materia en el laboratorio; discutir,
como en Grecia, los problemas fundamentales del ser y destino de las cosas;
sondear el dolor en la clínica, la nebulosa en el espacio, la producción en el
suelo de la tierra, la belleza y la Historia en el museo; que descifren el
jeroglífico, que reduzcan a sus tipos los organismos naturales, que interpreten
los textos, que inventen, que descubran, que adivinen formas doquiera... Y
entonces la cátedra es un taller y el maestro un guía en el trabajo; los discípulos,
una familia; el vínculo exterior se convierte en ético e interno; la pequeña sociedad
y la grande respiran un mismo ambiente; la vida circula por todas partes y la enseñanza
gana en fecundidad, en solidez, en atractivo, lo que pierde en pompas y en gallardas
libreas.»
Discurso de inauguración del curso 1880-1881 de la ILE
Programa de la Institución Libre de Enseñanza
Los pedagogos de la ILE (Enrique Martínez-Salanova)
Nota sobre el centenario (Francisco Michavila)
El maestro de la educación interior (Francisco J. Laporta)
El valor de la regeneración educativa (Jaume Carbonell)
Giner o la buena educación (Gonzalo Capellán)
Giner: más que un maestro
La aventura de Giner-RTVE
Los pedagogos de la ILE (Enrique Martínez-Salanova)
Nota sobre el centenario (Francisco Michavila)
El maestro de la educación interior (Francisco J. Laporta)
El valor de la regeneración educativa (Jaume Carbonell)
Giner o la buena educación (Gonzalo Capellán)
Giner: más que un maestro
La aventura de Giner-RTVE
Un pueblo adulto, dueño de sí mismo. Por eso entregó Giner en voz baja su alma entera. Y la expresión más cabal de esa entrega fue la Institución Libre de Enseñanza. Con ella se vino a saber entre nosotros que la implantación memorística de textos y letanías no era educar, sino a lo sumo instruir, y de mala manera. Que para aprender era necesario pensar ante las cosas mismas, activamente, tratando de descifrar su disposición y su razón de ser. Se supo también que la integridad moral no tenía nada que ver con reglamentos externos, y premios y castigos; era más bien una suerte de señorío sobre sí mismo que surgía de convicciones profundas.