símbolos de nuestra nación, del mundo entero.
Crudo mutismo como dogma,
y cabeza agachada, mirando al suelo.
No hay pasión, no hay esmero,
solo víboras buscando el medro.
Callar es más sencillo, qué remedio,
que otros defiendan la libertad del asedio.
Han grapado nuestras bocas
y racionan la crítica en pequeñas gotas.
Ya no somos personas,
ni siquiera humanos,
somos entes vacuos,
con armatostes en las manos.
Un ejército de autómatas,
psicópatas consumados desde el nacimiento.
Viperinos cachos de carnaza,
que sumergen a la sociedad en el cieno.
No hacen falta armas ni palabras,
para provocar la caída del mundo entero.
Pues cuando la injusticia aparece,
todos quedamos en silencio.
Juan Ignacio Rodríguez
2 º de Bachillerato